martes, 26 de agosto de 2014

ESTRENA EN BUENOS AIRES EL MUSICAL “LA NOVIA DE AMERICA” DEDICADO A LIBERTAD LAMARQUE

El próximo jueves 04 de septiembre a las 21 hs se estrenará en Buenos Aires el musical unipersonal “La novia de América” sobre la vida y obra de la cantante y actriz LIBERTAD LAMARQUE protagonizada por GABY “La voz sensual del Tango” junto al pianista VICTOR VOLPE. La cita será en la mítica Botica del Ángel, Luis Saenz Peña 541.
La obra fue presentada por primera vez en Bahía Blanca –cuna de la protagonista- en el mes de Agosto, con gran éxito de público y excelentes críticas. Fue declarada de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación y el Instituto Cultural de Bahía Blanca; de Interés Provincial y Legislativo Provincial por la Honorable Cámara de Senadores de la Provincia de Buenos Aires y de Interés Municipal por el Honorable Concejo Deliberante de Bahía Blanca.
A partir de una idea del productor José Valle y bajo su producción, la cantante bahiense escribió esta obra intentando plasmar todo el legado que la estrella rosarina dejó al pueblo latinoamericano. Con palabras que calan hondo en el corazón del público Gaby encarna a Libertad con responsabilidad y gran destreza escénica, además de delicadas interpretaciones de tangos, milongas, valses y canciones latinoamericanas que caracterizaron el repertorio de la diva rosarina.
El 8 de diciembre de 1966 se crea la primera Botica del Ángel.
Eduardo Bergara Leumann cuenta: “quise armar una sastrería teatral modelo, porque soñaba con vestir, dar color, armonía, engarzar, mejorar y adornar lo de adentro de cada personaje con un buen traje. Fue en la calle Lima 670; allí estaba aquella primera Botica del Ángel, que la Avenida 9 de Julio se llevó en nombre del progreso. Pero como eran buenos los cimientos, fue posible que volaran los ángeles y volara el talento de quienes pasaron por ella y encontraron su camino de estrellas;  y yo aterricé en esta Iglesia angelical con todos mis recuerdos.
¿Por qué Botica? Porque había de todo como en botica. Del ángel, por María Casares. "Eduardo, dos en uno, eres un Ángel", me decía y yo me lo creí. Ángel y duende se necesitan para ser del mundo mágico del espectáculo. La Botica convocó a pintores, escritores, músicos y actores para su difusión popular. En ella colaboraron Vicky Linares, Eduardo Cassará y debutaron y actuaron entre otros, Nacha Guevara, Susana Rinaldi, Marikena Monti, Haydeé Padilla. Yo nunca me creí maestro, pero tuve discípulos sin darme cuenta ni proponérmelo.
En la Botica jamás pregunté de qué línea política era cada uno de los que debutaban, ni tuve que pedir permiso para hacer lo que creía que debía hacerse o decirse. ¡Me salvé de la autocensura! No dudo que la mayor felicidad es ganarse la vida haciendo lo que a uno le gusta. Soy un trabajador privilegiado. 
Más tarde volé a la calle Luis Sáenz Peña 541, compré una mezcla rara de elefante blanco y extemplo y lo convertí en un collage de un Buenos Aires que se perdía. Por la Botica de Luis Sáenz Peña pasaron Luisa Vehil, Mecha Ortiz, Tania, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato, Mariano Mores, Ariel Ramírez, debutaron Opus 4, Valeria Lynch, Víctor Heredia y el siempre presente Leonardo Favio.
Hasta que cerré sus puertas y me fui con el ángel a otra parte, Europa, EE.UU. Veinte años después volví a la Botica; al ver mis recuerdos de 47 años de trabajo decidí que sería oportuno convertirlo en un museo vivo y divertido. Siempre supe que sólo uno se lleva lo que deja a los demás y solo muere lo que no se recuerda. Así el 5 de mayo de 1997 recuperé la Botica con mis ángeles. Para que en ella siga el tango, el folklore y de todo, como en Botica.
Porque todo Ángel que practica va a parar a la Botica, y no hay ángel que por bien no venga.”

Fotos: Ariel Acevedo

Alberto Castillo fue algo lindo que le pasó al tango.

Ante todo, para definir a Alberto Castillo, hay que puntualizar que jamás pretendió ser el sucesor natural de
Carlos Gardel, que no se pareció a Gardel y que, acaso, haya sido la antinomia de Gardel. O su complemento. Puesto que si Gardel fue la bocina parlante del compadrito de los años 20 y 30, Castillo cantó para otro prototipo de los 40: el carrero.
Dejó una impronta gestual y de vestuario, que marcaría a fuego a más de una generación. Traje cruzado con decenas de botones, anchas solapas en tela brillante, pantalones con cintura alta, amplias botamangas, corbata con nudo que amenazaba con deshacerse y una ilusión de flor en el pañuelo desparramado del bolsillo supe rior. En el ademán, la mano en el bolsillo y una caminata por el escenario, a veces provocativa, como para quitar el almidón del tango.
Afinado, con registro de tenor, voz blanca, repertorio reincidente, complicidad con su público, Castillo fue, en sí mismo, uno de los grandes espectáculos argentinos. Abandonó la parada estática frente al micrófono e inauguró la era de aquellos que cantarían "mancos": caminó los palcos, fierro en mano, comiéndolo en cada fraseo.
No se pareció a nadie, no tuvo herencia y no dejó herederos. Su intuición le hizo saber que lo popular o lo folclórico no se puede sólo cantar. Se requiere poner las hilachas del alma en cada verso y jamás retroceder. Creer en su estilo y en sus gustos, a veces confiscados a marginales, actitudes asumidas casi a nivel religioso, para configurar, más que un simple estilo cantable, un preciso universo funcional del tango.
Alberto Salvador De Luca, tal su nombre de familia, nació el 7 de diciembre de 1914 en el seno de una familia burguesa, habitante del barrio de Floresta. El mandato paternal fue convertirse en doctor. Así que que cursó la totalidad de los estudios de Medicina: cuando se recibió, a los 28, era ya un cantor consagrado. Se dice que Ricardo Tanturi fabricó a Castillo, pero suena a incierto. Lo descubre en una fiesta de estudiantes, acaso lo haya deslumbrado la voz rica y el desparpajo. Lo lleva a su orquesta, Los Indios, y es así como Castillo, ya con su nombre de batalla, revoluciona a la ciudad e incorpora al director a la antología del género.
El éxito es fulminante y no hay registro de semejantes niveles de adhesión popular. Cantaba como quería ese inmenso contingente de nuevos inmigrantes, aquellos que llegaban desde el país interior a la costa, y, además, cantaba un repertorio de buena calidad, pero algo burlón, dirigido a aquellos renuentes a todo cambio.
Se lo amaba o se lo odiaba. Sus pares pretendían, con distinto éxito, cantar "a lo Castillo", ni bien ni mal, sólo con naturalidad y fervor.
Cuando se aparta de Tanturi, llega el cine a su vida. "La barra de la esquina", "Nubes de humo", son algunos de sus filmes tan modestos en intención como llegadores al público. En definitiva contar su propia peripecia, desarrollar la anécdota del muchacho de barrio leal, incapaz de traiciones, con códigos personales muy severos, que mansamente fabrica su éxito, el correlato del éxito pretendido por toda una clase en moderado ascenso.
Siempre al borde del ridículo, tuvo coraje, fe y personalidad como para no detenerse a averiguarlo, en la certeza de que ese tango,"su" tango, servía. Castillo paralizó varias veces a Buenos Aires. Hace 55 años, cuando Palermo era un festín de taco y de carmín, obligó a cortar el tránsito en Santa Fe y Godoy Cruz, tal la aglomeración provocada por su debut en el legendario Palermo Palace. Desde aquel escenario acentuó sus gestos y desdeñó, para siempre, las imposiciones de la moda. Como contrafigura de lo aceptado socialmente, Castillo imponía la suya: encorva el espinazo, flexiona la pelvis, hace bocina con las manos,con el dorso cruzado sobre la cara. "Canta como un carrero", apunta alguien, sin advertir que estaba en presencia del otro codificador del tango-canción.
Cuando la marea baja asoló al género, pocos soportaron la difícil noción del olvido. Castillo fue uno de los sobrevivientes. De joven lo llamaban "El Cabezón" y, con los años, recuperó la proporción, se le infló el cuerpo, pero no extravió sus antiguas certezas. Siguió poniendo en voz los pequeños dramas de las historias del puerto, pero, como una curiosidad para los sociólogos, tuvo mejor sobrevida en los emplazamientos provincianos, como si ese país interior necesitara la reiteración de su gesto, hecho de bronca y de protesta, cuando insistía en que así se baila el tango, mientras dibujó el ocho.
En 1990, fue protagonista de una aglomeración menor, cuando el Concejo Deliberante, ante el clamor de nostalgiosos ediles, lo ungió como Ciudadano Ilustre de Buenos Aires, institucionalizando su simbología.
Hubo, sí, un fundamento jamás explicitado: Castillo mejoró el catastro tanguero y transformó en cien barrios porteños a las prosaicas 46 barriadas.
Llegó otra vez con el telón de fondo de una generación joven, en su participación fugaz con Los Auténticos Decadentes. Desencadenó batallones de recuerdos, desempolvó amores e historias vetustas, arrinconadas en algún pliegue de la memoria.
Su vida doméstica fue el calco del deseo paterno: una única mujer, Ofelia Onetto, que supo proteger su magia. Tres hijos, Alberto (ginecólogo y obstetra), Viviana (ingeniera agrónoma y veterinaria) y Gustavo (cirujano plástico). Deja también seis nietos, un ejército de recuerdos y condecoraciones y una chapa lustrosa de médico, dedicada a su viejo.
Alberto Castillo fue algo lindo que le pasó al tango.
Dibujó su huella que unió el arrabal con el centro. Una pisada tan profunda y marcada como la que dejó en la gente y que lo aleja de la pesada sombra de la muerte.

OSCAR LARROCA LA VOZ DE TERCIOPELO DEL TANGO

Desde pequeño la guitarra fue su compañera, sus padres lo inscriben en el Conservatorio Nacional de Música, egresando con el título de profesor de guitarra, ya adolescente también comienza el estudio de canto.
Sus primeras actuaciones como cantor las realiza acompañándose con su guitarra. Su buena voz y el gusto de cantar obligaban su participación en las fiestas de fin de curso escolares.
A principios del 40 es presentado en la importante audición diaria de Radio Mitre la famosa Matinée de Juan Manuel, en la que participaban quienes se querían iniciar en la música popular. Muchas figuras importantes desfilaron por ese programa. Larroca actuó allí durante tres años acompañado por las guitarras de Pascual Avena, Enrique Maciel (hijo) y Demasi, lo que le permitió lograr perfeccionamiento técnico y experiencia artística.
A principios de 1945, el periodista y productor Carmelo Santiago lo oyó cantar y resultó impactado. Por eso, al enterarse que Domingo Federico buscaba una voz para acompañar al ya consagrado Carlos Vidal en su agrupación, invita al maestro a escucharlo. Se produce inmediatamente su debut en Radio Splendid, y el 19 de junio de ese año, graba a dúo con Vidal el tango “Pasaje de mi vida”, luego siempre a dúo, la milonga “Zapatos” y “Tango del querer”. El 22 de octubre registra solo, el tango “Voz de barrio”.
Su actuación con Federico se extiende hasta septiembre de 1948, dejando impreso en el disco obras inolvidables como el tango de Garza y Bahr “Un tal Medina”, y de Carlos Waiss, “Te espero en Rodríguez Peña”, siendo su ultima grabación el tango de Francisco y Domingo Federico “Para usted amigo”, el 30 de septiembre. Con esta orquesta hizo muchas presentaciones en diferentes clubes, teatros y también en el cine, en la película “Otra cosa”, actuando con guitarras junto a Carlos Vidal.
A fines del 48 es requerido por el gran pianista Osvaldo Manzi, con el que arma rubro y forma una gran orquesta compartiendo la parte vocal con el consagrado Roberto Ray. Debutan con gran éxito en Radio Belgrano, presentándose en confiterías y bailes, pero la orquesta se disuelve a fines de 1949.
Larroca es inmediatamente incorporado a la orquesta de Roberto Caló, con quien registra en el sello Orfeo, los tangos “El metejón” y "Che bandoneón".
En 1951, se produce un hecho, que permite el desarrollo y la definitiva consagración de Oscar.
Se desvincula de la orquesta de Alfredo de Angelis, nada menos que uno de los ídolos del momento su cantor Julio Martel, que junto a Carlos Dante conformaran el dúo más exitoso de la década del 40. El violinista Víctor Braña, atraído por el color de su voz abaritonada, su buena afinación y su dicción, con el agregado de la pinta de galán, lo presenta al maestro De Angelis quien lo contrata al instante.
Oscar, logra una rápida adaptación al estilo de la orquesta. Se produce una buena combinación con Dante y así nace un afinado y armonioso dúo.
Debutan en Radio El Mundo, en el más escuchado programa de tango, Glostora Tango Club, el primero de abril de 1951.
El 10 de mayo del mismo año registra sus tres primeras grabaciones con la orquesta: “Porque me das dique”, “Flor de fango” y “Llevátelo todo”, imponiendo un nuevo estilo y repertorio, totalmente opuesto al de Julio Martel. En poco tiempo, logra ganarse el cariño del publico admirador de la llamada “orquesta de la juventud”, como se la conocía a la de De Angelis.
El 23 de octubre graba el tango dedicado a su querido barrio de nacimiento, “Almagro” de Vicente San Lorenzo, logrando un gran suceso. Este tema lo acompañará en su repertorio durante toda su carrera. Luego vendrán éxitos como “Medallita de la suerte”, “Zorro gris” y después, el tango que le abrirá las puertas de toda Latinoamérica: “Volvamos a empezar”.
En 1957, luego de trece años, Carlos Dante se retira de la orquesta y a mediados de 1958 lo hace Larroca, quienes al poco tiempo, conforman el rubro Dante-Larroca y su agrupación. Debutan en La Querencia de la Avenida de Mayo, luego en el Tango Bar, en La Armonía y en el recordado Maipú Pigall de la calle Maipú 340. Además realizan giras por el interior del país, Chile y Uruguay.
Contratados por el sello Voxor registran en julio de 1959 a dúo, el vals “Mi rosa Margarita”. Poco tiempo después, ambos son requeridos, en forma individual, por representantes de distintos países de América, disuelven el conjunto en forma amistosa como siempre fue la relación de estos señores, se separan y continúan cada uno por su camino.
Larroca es invitado a Medellín a participar en la recordación de los 25 años de la desaparición física de Carlos Gardel, el ídolo máximo del pueblo colombiano. Debuta en Radio Antioquía de la cadena Caracol acompañado por la orquesta dirigida por un maestro argentino radicado en Colombia, don Joaquín Mauricio Mora. Cada actuación de Larroca en la emisora hacía desbordar el auditorio por un público entusiasta, quedando muchísima gente sin poder ingresar a la radio.
Luego parte hacia Chile, presentándose en Radio Minería, en locales bailables y confiterías.
De regreso al país, el avance impuesto por las grabadoras en la difusión de ritmos foráneos y la creación de programas televisivos como El Club del Clan, postergaron al tango. Nuevas estrellas: Palito Ortega, Leo Dan, Johnny Tedesco, Jolly Land, etcétera, invadían las programaciones de la televisión, de las radios, de los clubes y de las grabadoras, produciendo un impacto tremendo en las fuentes de trabajo de los artistas tangueros.
Por esta razón, Oscar Larroca aprovecha la difusión de sus discos en Colombia, Venezuela, Ecuador, Chile y Perú y parte hacia esas tierras que le brindan hospitalidad, trabajo y éxitos. Graba en el sello Sonolux de Colombia un long play, acompañado por la orquesta dirigida por el bandoneonista Juan Carlos Bera.
Cuando de tanto en tanto volvía a Buenos Aires, actuaba en los pocos locales de tango que subsistían y también en la televisión en los programas El Tango del Millón, Sábados Circulares y Grandes Valores del Tango.
Convocado por el sello Magenta graba con el acompañamiento del Cuarteto Miguel Nijensohn y en 1975, su ultimo larga duración en el sello Alfa, con la orquesta de Jorge Dragone, que será editado en Colombia, Ecuador, Brasil y Perú.
Como compositor produjo varios temas: “Juana milonga, señora”, “No me dejes corazón” y el vals “Engañándonos#, el que fue grabado por distintos cantantes melódicos latinoamericanos, siendo un gran éxito de Bienvenido Cárdenas.
En actividad y en la plenitud de sus condiciones vocales e interpretativas, con contratos a cumplir, muere en el invierno de 1976, a los 54 años de edad.

viernes, 22 de agosto de 2014

El "Polaco" Goyeneche y su garganta con arena

Nacido el 29 de enero de 1926, en el pequeño pueblo del sur entrerriano de Urdinarrain, Roberto “El Polaco” Goyeneche es una de las voces más destacadas del tango argentino, a la par de las de Carlos Gardel, Julio Sosa o Edmundo Rivero.  Destacado por una voz ríspida, sensible y cómplice, interpretó formidablemente tangos como “Balada para un loco”, “Sur”, “Chiquilín de bachín”, “Afiches” y “Como dos extraños”.
De descendencia vasca y de familia vinculada al ambiente de la música popular, se trasladó tempranamente a Buenos Aires, específicamente al barrio porteño de Saavedra, donde viviría hasta su muerte. Su padre, tapicero y pianista, falleció cuando era niño, pero no le faltó ni su madre ni tíos que lo acompañaran, aunque no le evitaron la necesidad de trabajar durante su adolescencia, principalmente como transportista.
Habitué de las reuniones nocturnas, los cafés y cabarets porteños se transformaron en las aulas que no tuvo de forma académica. Allí se animó con sus primeras interpretaciones, hasta que en 1948, con apenas 18 años, logró grabar y debutar en Radio Belgrano y comenzar a ser la voz de una orquesta, la de Raúl Kaplún.
Sus primeros éxitos le permitieron ser convocado por Horacio Salgán en 1952 para formar dúo con Ángel "Paya" Díaz, quien al observar el rubio del pelo de Goyeneche, le dio el apodo de “polaco”. Sólo cuatro años más tarde, sería el gran Aníbal Troilo quien lo invitaría a participar de su famosa orquesta, haciendo en esta oportunidad dúo junto a Ángel Cárdenas. Goyeneche supo comprender el lugar que le tocaba y armonizar perfectamente su voz a la función de la orquesta.
Con Aníbal Troilo grabaría una veintena de temas y mantendría una relación de estrecha amistad, tanto que el gran bandoneonista, reconociendo su gran talento, lo impulsaría a iniciar su carrera como solista, lo que sucedería hacia comienzos de los años ’60. Desde entonces, se sucederían éxitos en escenarios repletos, nacionales e internacionales, aunque no abandonaría nunca los cantos a capella en pequeños bares porteños. Tampoco dejaría de colaborar con grupos y orquestas que le invitaban, como la del sensacional Astor Piazzolla. Y también, ya consagrado, hacia mediados de los años ‘80, se daría el gusto de participar en la pantalla chica y grande: con el cómico Jorge Porcel en la televisión y con “Pino” Solanas en el cine, actuando en “El exilio de Gardel” y en “Sur”.
Reconocido por aportar sensibilidad y profundidad a las letras más clásicas del tango, aún con su “garganta con arena”, falleció el 27 de agosto de 1994. Con justicia, se le ha cantado: “…tu voz / que al tango lo emociona / diciendo el punto y coma / que nadie le cantó / tu voz / de duendes y fantasmas / respira con el alma / de un viejo bandoneón…”.
Recordamos al “polaco” con la letra de un tango de Horacio Ferrer con música de Astor Piazzola, que estrenado en 1969 por Amelita Baltar, quedó inmortalizado en la voz de un Goyeneche alucinado, que lo grabó un mes después de que fuera interpretado por primera vez en el Festival de Buenos Aires de la Canción y la Danza, que se realizó en el Luna Park el 16 de noviembre de 1969.

domingo, 3 de agosto de 2014

Se Estrenó Con Gran Éxito El Musical "La novia de América" En Bahía Blanca

Gaby
El sábado 02 de agosto en el Café Hiostórico de Bahía Blanca se realizó la primera función del musical "La Novia de América", una idea y producción de José Valle con libro de Gabriela Biondo, protagonizado por Gaby "la voz sensual del tango" junto al pianista Víctor Volpe.
A sala repleta, la voz de Gaby reflejó la vida y los mayores éxitos de Libertad Lamarque a través de un relato que recorrió desde los primeros años de la estrella de la canción y el cine hasta el ocaso de su vida. La elección del lugar para el estreno no fue fortuita: "Quisimos debutar con La novia de América en mi ciudad -expresó la cantante- frente a mi gente (familia, amigos, colegas) porque Bahía Blanca lo merece. Es una ciudad que nos dio tantas satisfacciones a José (Valle) y a mí, especialmente como productores de espacios culturales de música nacional, que el estreno debía hacerse aquí. Además, como el público bahiense conoce mis trabajos anteriores es más difícil sorprenderlo; si el resultado en Bahía era bueno, sería una óptima señal, un indicio de que el producto es digno y alcanza las expectativas buscadas desde el inicio del proyecto".
Con palabras que calaron hondo en el corazón de los presentes, emocionaron hasta las lágrimas por momentos y generaron climas de sonrisa y jocosas palmas, la cantante bahiense encarnó a Libertad con responsabilidad y gran destreza escénica, además de delicadas interpretaciones de tangos, milongas, valses y canciones latinoamericanas que caracterizaron el repertorio de la diva rosarina.
Por su parte, Víctor Volpe complementó de manera ideal la puesta: sutiles melodías acompañaban los relatos mientras que piano y voz se fusionaban con gran fuerza en las canciones, destacándose clásicos como "Besos brujos", "El choclo" o "Cantando". 
Luego de tan buena performance, los protagonistas y responsables de la obra apuestan a que la presentación que se realizará en La Botica del Angel (Ciudad de Buenos Aires) el día 04 de septiembre, será el puntapié inicial para recorrer todo el interior del país y luego gran parte de Latinoamérica.

Néstor Romano, Se dice de mí. La vida de Tita Merello

 Este libro es una detallada crónica de la vida de Laura Ana Tita Merello, desde su humilde y penosa infancia hasta sus últimos años, que la estrella pasó recluida en la Fundación Favaloro. Los datos biográficos se completan con un detalle de su filmografía y de sus participaciones en programas de radio y de televisión, y con una sección impresa en excelente papel ilustración, que contiene treinta y seis fotografías de distintos momentos de su vida, además de la que reproducimos de la portada del libro, en la que insinúa sus célebres piernas de bataclana.
    Recuerdo que una de las últimas veces que las exhibió en una pose semejante -ya tenía sesenta años cumplidos-, fue en "Sábados Circulares de Nicolás Mancera", cuando cantaba acompañada por el pianista Oscar Sabino. Al igual que otras privilegiadas como Amelita Vargas, que cantaba, bailaba y mostraba sus piernas en un café concert de Buenos Aires con casi setenta años, Tita conservaba toda su lozanía y su fuerza temperamental para entonar los temas que la habían hecho tan famosa y tan amada por el público.
    "Se dice de mí", la letra que Ivo Pelay escribió para cantante masculino y que con tanta gracia Tita modificó para hacerla definitivamente suya, es el acertado título de esta biografía. Un acierto que tiene relación con el estilo y la intención del texto, meramente analítico y descriptivo de las circunstancias y anécdotas que rodearon la vida de Tita.
    En esta correcta recopilación de datos no se ha formulado ninguna síntesis de lo que ha significado y seguirá significando Tita Merello como protagonista principal de la cultura popular argentina, y tampoco se ahonda -más allá de algunas consideraciones sobre sus actitudes, tantas veces extemporáneas e inesperadas- en la indagación sobre las necesariamente complejas motivaciones de una mujer de tan rica personalidad.
    La merecidamente célebre milonga de Canaro y Pelay nos muestra a la Tita exterior, mundana, acostumbrada a hacerse un lugar en la vida por sus propios medios, una mujer cuyas andanzas describe con meticulosidad el texto de Romano. Está aún por escribirse una biografía de Tita Merello que busque en los hechos de su vida las pautas y claves que nos permitan aproximarnos al conocimiento de su verdad profunda, al alma y al corazón de esta gran artista, que sospechamos tan ricos, grandes y generosos como su entrega al público y a las personas que amó.
     Un indicio para dar comienzo a la tarea de descubrir a esa Tita Merello íntima y secreta puede encontrarse en los versos que ella misma escribió en 1964 y que grabó con total autoridad, acompañada por la orquesta de Carlos Figari. En ellos se presenta como una mujer dolorida y a la vez desafiante, que se atreve a discutir mano a mano con el Creador sobre el sentido del dolor humano y de las injusticias que todos padecemos en algún momento de nuestra vida.
    Pero tras la efusión justificadamente resentida, esa mujer encerrada en un dolor que la hace aparecer soberbia nos muestra también su fe, y expresa su anhelo de encontrar por fin a Dios y de someterse humildemente a su voluntad.
    Leamos como un valioso documento este testimonio de la propia Tita:

          Le dí la cara a la vida, y me la dejó marcada;
          en cada arruga que tengo llevo una pena guardada.
          Yo me jugué a cara o cruz; iba toda en la parada;
          llegó el tiempo del barajo, y me dejó como estaba.

          Si sos audaz, te va mal;
          si te parás, se te viene el mundo encima.
          Decime Dios, dónde estás, que te quiero conversar...

          Si para unos fui buena, otros me quieren colgar;
          mientras me estoy desangrando,
          vivo sentada esperando el día del juicio final.

          Decime, Dios, dónde estás, ¡que me quiero arrodillar...!

                                                              
Tita Merello, "Decime, Dios, dónde estás",
                                                                    música de Manuel Bernardo Sucher