miércoles, 26 de junio de 2013

JUAN CARLOS TAVERA

Nació en la localidad de Beccar, del partido de San Isidro en la provincia de Buenos Aires. Ojos
inmensamente claros, pelo trigueño aunque ya un poco escaso, dibuja la estampa de un gringo pero con alma tanguera.

En los años 60, formó un conjunto de jazz para tocar durante los carnavales en los clubes del barrio, junto a las importantes orquestas típicas. Por entonces, comenzó a estudiar música pero confesó que le costaba ceñirse a una lectura. El oído pudo más y le obedeció.

Tras una charla informal expresó lo siguiente: «Con la música estuve siempre, desde que comencé a comprender escuchaba cantar a mi viejo, un italiano del Véneto que tenía una oreja privilegiada. Cantaba todo tratando de imitar a los cantores porteños con su italiano enrevesado, como una escena de sainete. Fijate que enganchaba sin esfuerzo la tercera voz de cualquier cosa que se estuviera cantando. Fue un aglutinador de afectos y tenía pasta de líder. Él me inspiró para la letra de un tango: “Qué me querés vender” y mi vieja con lo suyo me inspiró para otro: “Vamos, Doña Rosario”. Hace poco tiempo, me encontré con un compañero del primario y me recordó que yo en los recreos me la pasaba cantando tangos. Para la barra del barrio tocaba el acordeón, pero pensando en un bandoneón, admiraba a Aníbal Troilo primero, luego a Carlos Di Sarli, a Alfredo Gobbi y a Horacio Salgán.»

Sus comienzos como letrista profesional arrancaron desde el año 1972, pero escribiendo temas folklóricos, grabando zambas y chacareras con los Huanca Huá. Pero supo decir: «Mi vena de siempre, desde pibe, fue la tanguera».

Un año más tarde se decidió a escribir para el tango. Una de las primeras, titulada “Dos ilusos”, fue llevada al disco con buen éxito, por Nestor Fabián, acompañado por la formación de Osvaldo Tarantino. Después, con los mismos intérpretes: “Vamos todavía”, con música de Tarantino.

«Fue Fabián el que me abrió las puertas del tango, más o menos por 1974, él ya era un gran estrenador de tangos nuevos, de los que no tienen voz».

Después fue requerido por Leopoldo Federico, Osvaldo Pugliese, Héctor Stamponi, Edmundo Rivero, Rubén Juárez, María Garay y otros. De casi cincuenta temas editados, encontramos: “La última esquina”, “Qué me querés vender”, “Se llama tango”, “Vamos Buenos Aires”, “Vientos del ochenta”, “El segundo violín”, “Después del ensayo”, “Tiempo de madurez”.

En una oportunidad dijo: «Generalmente escribo de noche porque los duendes son distintos. Pero cuando leo lo escrito a la luz del día, es otra cosa y comienzo con los retoques».

Sus temas llegaron a varios países de Latinoamérica e incluso al Japón. Un long play titulado “Cosas de barrio”, lleva la voz del actor Alberto de Mendoza que, entre tango y tango, lee textos suyos que son como un racconto del barrio.

También pensando en sus hijas, cuando pequeñas, hizo unas cien canciones infantiles. Siempre creó usando algunas teclas del piano pues confesó que lo toca como un boxeador.

Publicado en el diario Clarín en los años 80.

Nota de dirección:
Su primer tango fue “Sueño de hollín”, luego le siguieron “Pastillas de dormir”, “Mordiendo el puño” y el ya mencionado “Dos ilusos”. En 1970, para los Huanca Huá, escribió la zamba “Aroma del cerro”. Sus tangos con más grabaciones fueron: “Quinto año”, registrado por Adrián Guida con Pugliese dos veces (1981 y 1986) y Roberto Goyeneche con Raúl Garello (1990); “Vamos todavía”, por Rubén Juárez (1979) y “Vientos del ochenta”, por Juárez (1987) y Patricia Barone (1990), entre otras versiones. También, escribió canciones de otros géneros

Ángel Domingo Riverol

 Nació en Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Montserrat, el 1ro. de octubre de 1893. Fue el
menor de los seis hijos del matrimonio formado por Ángel Riverol y Dolores Cabral, ambos nacidos en Las Palmas, España. Su madre fue quien le enseñó a tocar la guitarra cuando sólo contaba con diez años de edad, no realizando posteriormente ningún estudio complementario, siendo entonces un músico intuitivo que llegó incluso a ejecutar la guitarra de nueve cuerdas en el año 1915 en un trío que integraba el violinista Enrique Gímenez y un bandoneonista de apellido Alonso.
Se inició hacia 1914 con el bandoneonista Juan Canaro, hermano de Francisco, recorriendo San Pedro, Bragado y otras ciudades de la provincia de Buenos Aires, sin mayor éxito. Mas tarde secundó a Ignacio Corsini que se presentaba en el “Teatro de Verano”, con la compañía de Pepe Podestá, mientras que para mantener a su familia –se había casado en 1913- se ganaba la vida trabajando como pintor y empapelador.

En 1916 y 1917 acompaña en sus presentaciones en el teatro Casino al recordado dúo Greco-Riverol, formado por los cantores Ángel Greco y su primo Ignacio Riverol. En 1917 integra un trío junto a quien con el tiempo fuera el gran bandoneonista Carlos Marcucci y el violinista Raimundo “Mumo” Orsi, que posteriormente se destacara como futbolista del club Independiente y campeón del mundo con la camiseta italiana. Completó su labor en la segunda década del siglo pasado, trabajando con los bandoneonistas Julián Divasto y Fernando Montoni..

En 1921 forma un dúo con el guitarrista y compositor Antonio Di Benedetto, secundando además a un cantor de apellido Remvenutto. Prosiguió como acompañante de Pedro Noda en 1925, de Roberto Díaz quien fuera el primer cantor de Francisco Canaro, como estribillista en 1924 y como cantor de la orquesta en 1926. En 1928 secundó a Libertad Lamarque y al año siguiente a Carlos Dix, que se había iniciado en el canto lírico, continuando como vocalista de la orquesta de Francisco Pracánico y luego como cantor solista se presentó en Madrid, París, Londres y Río de Janeiro. Ese mismo año, junto al mencionado Di Benedetto, secundaron al dúo de cantores Pidoto-Argüello, integrado por Pedro Pidoto y Ramón Eladio Argüello, creadores del recordado vals “Adoración” y con el guitarrista Juan José Buscaglia acompañaron al cantor Héctor Wilde. Para finalizar el recuerdo de su trayectoria antes de incorporarse como guitarrista de Gardel, recordamos que desde 1928 fue acompañante del afamado cantor Domingo Conte y de su entonces compañero de dúo Pascual Ferrandino. Estaban actuando en el local de baile “El Ombú,ubicado en el barrio de Flores, cuando Riverol les manifestó su preocupación por abandonarlos para incorporarse a las “escobas” del máximo cantor. Los cantores comprendieron la oportunidad que se le presentaba al violero, brindándole una función de despedida y regalándole una guitarra nueva que adquirieron para la ocasión en la Casa Nuñez.

Cuando en 1976 el investigador Raúl Lafuente entrevistó a Aurelia Giuliano, viuda de Riverol, le manifestó: “Mi esposo se encontraba efectuando trabajos de pintura en el café “Los 36 billares”, de la calle Corrientes, cuando llegó allí José María Aguilar a buscarlo de parte de Gardel. Como mi esposo no se encontraba presente en ese momento, Aguilar pidió su dirección y volvió a Gardel, quien le mandó un telegrama a la calle San Pedro 6650 y se hizo presente en la casa de Gardel. Lo sometieron a una prueba, lo mismo que a otros que habían citado. El dictámen de Gardel, señalando a Ángel, fue: “Me quedo con éste”.

Quien perdió la oportunidad de convertirse en guitarrista de Gardel fue Emilio Sola. Guitarrista y cantor que había iniciado su carrera hacia 1915 integrando a través de los años varios dúos con Juan Raggi, Saúl Salinas, Arturo De Nava, Fernando Díaz, su hermano Domingo Sola, su esposa Amalia Gonetti, Ramón Espeche y Julio Aparicio y había acompañado por radio a Mercedes Simone, Rosita Quiroga, Libertad Lamarque, Patrocinio Díaz y Néstor Feria, entre otros, fue reporteado por Orlando Del Greco en su libro “Carlos Gardel y los autores de sus canciones”. Dice el autor: “Con suma nostalgia recordaba un hecho que pudo vincularlo al cantor estrechamente. -Por 1929 estaba yo actuando con bastante éxito en el “Politeama Argentino” cuando vino a hablarme Carlitos: -Che, Sola... ¿Por qué no te venís conmigo...? Vos sabrás que el Negro Ricardo me abandonó después de tantos años. -Pero, cómo no Carlos... De mil amores, le contesté y quedé comprometido a irme con él. Pero mi familia se opuso grandemente argumentando que Gardel viajaba seguido al extranjero y que aquí no me faltaba trabajo, por lo que tuve que desistir y recomendé a Carlos que viera a Riverol. Así fue que éste pasó a integrar su conjunto, salvándome al cabo de los años de lo que pasó en Medellín".

Convertido en el cuarto guitarrista –en orden cronológico- de Gardel, debuta en el disco el 20 de marzo de 1930, secundándolo junto a Guillermo Barbieri y José María Aguilar, grabando los tangos “Juventud”, “Corazón de papel y “Buenos Aires y los valses “Palomita blanca” y “Aromas del Cairo”. A partir del 4 de abril se presentan por Radio Nacional, hasta fines de mayo y desde el 9 de abril hasta el 3 de mayo en el Teatro Empire.

Cuando en febrero de 1931 se retira Aguilar, secundará con Barbieri al máximo cantor, hasta septiembre del mismo año. En ese período participarán en la filmación de la película “Luces de Buenos Aires”, acompañando a Gardel en la canción “El rosal” y cantando en dúo la chacarera “La sufrida”. En septiembre, con la incorporación de Domingo Julio Vivas, volverá a formarse un trío de violeros que acturarán junto a Gardel, al que se sumará Horacio Pettorossi en 1933, integrando entonces un cuarteto de guitarratistas. Cuando “El Zorzal” parte para Europa el 7 de noviembre de 1933, permanece en Buenos Aires, acompañando a otras voces como Azucena Maizani,Mercedes Simone, Teófilo Ibáñez, Oscar Ugarte, Armando Barbé, Mercedes Carné, Adhelma Falcón y Julia Ferro, hasta el 12 de enero de 1935, que parte junto a Barbieri y Riverol hacia Estados Unidos, ante el llamado del ídolo para regresar a su lado, hasta el fallecimiento de Gardel. Ángel Domingo Riverol, sobrevivió al accidente de Medellín, falleciendo dos días más tarde, el 26 de junio de 1935, como consecuencia de las heridas recibidas.

“Entre mis manos”, homenaje a Antonio Volpe

El maestro Antonio Volpe, quien celebra sus 90 años de vida, recibirá el próximo sábado y el lunes 1 de julio, el merecido homenaje de dos ciudades que lo respetan y admiran: Bahía Blanca y Punta Alta.

En la noche del 29, en el Teatro Municipal, y el lunes, en el Teatro Colón de la ciudad rosaleña, presentará "Entre mis manos", un espectáculo que promete recorrer gran parte de su vida junto a la Orquesta Típica Ritmo de Juventud, el Trío Contemporáneo, el Grupo Volpe Tango Contemporáneo, y las voces de Nora Roca, Juan Carlos Schimizzi, Pablo Gibelli, Osvaldo Rojas, Walter Fiorito y Pedro Mir.
Las entradas numeradas se encuentran a la venta en boleterías de los teatros.
Antonio Volpe nació el 14 de abril de 1923 en Punta Alta. Hijo de Ignacio Volpe y Maria D'Aqûilla --inmigrantes italianos--, es el músico en actividad con más extensa trayectoria en los escenarios de Bahía Blanca, Punta Alta y la región.

En 1932, llevado por su padre, comenzó sus estudios del bandoneón; su primer maestro fue José Antinori. Cinco años después formó su primer cuarteto de bandoneones que en 1938 dio lugar a la Orquesta Típica Ritmo de Juventud con la que actuó en todos los escenarios de la época y en las emisoras LU2, LU3 y LU7. La orquesta perduró hasta 1968.
El movimiento de vanguardia en la música del tango y la influencia piazzoleana fueron ganando la preferencia y afirmando un estilo, lo que lo llevó a formar, junto a su hijo Víctor en el piano, el Trío Contemporáneo, formación que fue aceptada por la crítica y el público porteño. Con ella, en 1984, grabó el disco Matices de mi ciudad , trabajo presentado en el tradicional Viejo Almacén de San Telmo.
En 1981, creó el Grupo Volpe Tango Contemporáneo, y ocho años después grabó con él Más allá de la costumbre y, en 1990, Tango del Angel.
Varios de los temas --compuestos junto a su hijo Víctor-- incluidos en esas placas, han recibido una excelente acogida en medios porteños. Diferentes programas radiales han adoptado como cortina musical Más allá de la costumbre y Ciudad de asombro, por citar algunos.
En el transcurso de 1996, el grupo fue invitado a participar de un festival en la Universidad Católica de Santiago de Chile, así como Barcelona (España) y La Paz (Bolivia) en distintas oportunidades recibieron la propuesta musical del grupo.
Como solista, en 1996, Antonio Volpe con su bandoneón, se presentó en la ciudad de Fermo, Italia, junto a la Orquesta Sinfónica Provincial de Bahía Blanca.
Desde 1946 es socio activo de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (Sadaic) y desde 1984, de la Asociación Argentina de Intérpretes.
Por su prolífera trayectoria fue reconocido en distintas oportunidades. Recibió el Premio de Honor 2006 por la Dirección de Cultura de Coronel Rosales y la declaración de Ciudadano Ilustre otorgado por el Concejo Deliberante de ese distrito, en 2008, entre otros.
En la actualidad continúa plenamente en el Grupo Volpe Tango Contemporáneo y la Camerata Tanguera de Bahía Blanca, además de estar preparando su próximo disco como solista.

Juan Carlos Bazán


Grande de cuerpo, tirando a gordo, un tipo bonachón, descripción en la que han coincidido quienes lo conocieron y dejaron su testimonio. Nos cuenta Héctor Lucci que en su juventud, un mozo de un bar japonés ubicado en la calle 25 de Mayo a metros de Corrientes, le contó que en varias ocasiones observó como se amontonaba gente en la esquina para escuchar una música. Curioso, en una oportunidad se acercó y vio, en medio de esa ocasional concurrencia, al gordo Bazán tocando una larga trompeta de bronce de la que pendía un estandarte de tela con letras doradas. Era la publicidad de Kalisay, un aperitivo de la época, además el clásico muñeco de gran cabeza, representando a un señor mayor.

Según dicen, algunas de sus composiciones las firmó con el seudónimo de “El mosquetero”. Sus estudios fueron muy limitados, no pasaron de algunos grados del primario. A los 13 años, comenzó a trabajar como aprendiz de tipógrafo en los talleres del diario La Prensa. Pero, al poco tiempo, por una huelga lo dejaron sin empleo. Sin embargo, pudo continuar en el gremio. Ingresó al diario El Porteño, dirigido por Emilio Morales, quien luego fundara La Razón. También trabajó en ese periódico pero tuvo muchas frustraciones y decidió probar suerte con la música. Quienes rastrearon sus pasos sitúan el hecho por el año 1903, cuando los tangos eran apenas un puñado.

Un bailarín conocido como “El Tuerto Pedrín”, silbando le trasladó a su oído los tangos que conocía. Y así se largó. Cuentan que fue en un ranchito en la paupérrima y tenebrosa bajada de Belgrano, donde se juntaban pescadores y malandras. Lo llamaban “La Red”, allí habría debutado, con flauta, trompeta o clarinete, acompañado en guitarra por un tal Félix Castillo, “El Chino”.

Poco tiempo después se hace profesional, gana los primeros pesos y una amistad para el resto de la vida: conoce al “Pibe” Ernesto Ponzio, violinista, compositor, ladrón y deudor de una muerte que luego pagó con 11 años de cárcel. Forman un cuarteto junto a Vicente Ponzio, tío del “Pibe”, también violinista y “El Tano” Tortorelli en arpa. Pronto integran otro cuarteto, esta vez con Eusebio Aspiazú en guitarra y Félix Riglos en flauta. Actúan en los studs del Bajo Belgrano y en algunos locales primitivos: “La Fazenda”, “La cancha de Rosendo” (lugar vecino al viejo hipódromo de Belgrano ubicado donde hoy está el estadio de River Plate) y “La milonga del chino Pantalión”, donde una trifulca le dejó para siempre el plomo de un balazo en una de sus piernas.

Es por ese tiempo que Ponzio marcha preso y “El Gordo”, desorientado, retorna a la tipografía, esta vez en un periódico La Linterna de Flores, editado por Juan José de Soiza Reilly, quien firmaba sus notas con el seudónimo de Agapito Candilejas. Pero aguantó poco. Llamaba la música, esta vez, definitivamente.

Junto al violinista Francisco Postiglione llegó a Roberto Firpo que actuaba en El Velódromo, en Palermo, era el año 1906. Allí nació la ocurrencia del patrón de ubicar a Bazán en la puerta tocando su instrumento y así, llamar la atención de los parroquianos que tenían que optar por El Velódromo o por Hansen, un local vecino. Le resultaba divertido, además, fue el motivo de inspiración de su tango “La chiflada”.Y cumplió bien su cometido, le restó tanto público a Hansen que su dueño terminó contratándolo con alguno de sus muchachos y con mejor paga.

Respecto a la música de esa llamada, se dice que era semejante a la utilizada por Ángel Villoldo en su tango “Chiflale que va a venir”.

En 1910, armó su propio cuarteto junto a Luis Bernstein (bandoneón),Tito Roccatagliata (violín) y Modesto Rodríguez (piano). Los dos últimos reemplazados más tarde por “El Pardo Alcorta” y Roberto Firpo. Entre otros lugares actuaron en el Café Oriental, de la calle Entre Ríos entre Estados Unidos y Carlos Calvo. Estuvo ligado a Firpo desde 1916, interviniendo en su orquesta cuando era requerido. Desde entonces y hasta su fallecimiento, cada vez que escuchamos un clarinete en una grabación de Firpo, ese clarinete es el suyo.

A fines de 1917, condujo otra formación junto a Juan Carlos Cobián,Eduardo Arolas y Roccatagliata. También, integra la orquesta teatral de la compañía Vittone-Pomar, en la obra de Carlos Mauricio Pacheco: “Cabaret”. La orquesta gigante formada por Francisco Canaro y Firpo para los carnavales en el Teatro Colón de Rosario, lo tuvo entre sus músicos.

En 1921, formó una orquesta con Emilio De Caro, Nicolás Vaccaro,Juan Bautista Deambroggio y Alejandro Michetti. Viajaron a Perú. Fue un fracaso y regresaron sin dinero. Pero se repuso —entre los años 1923 y 1927—, cuando animó, con continuidad, las veladas veraniegas del distinguido Club General Pueyrredón, de Mar del Plata. La publicidad anunciaba a la Orquesta Típica Criolla y Americana de Juan Carlos Bazán y se citaba a los integrantes: A. Fernández, en drumm (sonaba mejor que batería), Raymundo Petillo (piano), Edmundo Bianchi (bandoneón), Bernardo Germino (concertino), Vicente Russo (violín), Pascual Mazzeo (bandoneón). En el lugar daba clases de baile el popular Casimiro Aín. Empero, su contrato finalizó abruptamente cuando consiguió los favores de una dama, por cierto muy distinguida también, con quien contrae matrimonio, aunque él ya estaba casado.


Afortunadamente, gracias al cine nos ha quedado su imagen en la primera película sonora argentina: “Tango” (1933). Formó para la ocasión el Conjunto de La Guardia Vieja, junto a su recuperado amigoErnesto Ponzio. Se ve también a Bianchi (bandoneón), “El Pardo” Alcorta (segundo violín), Vicente Pecci (flauta), Eusebio Aspiazú(guitarra). Interpretan “Don Juan”, un fragmento de “El entrerriano” (momento en que baila El Cachafaz), un fragmento de “La chiflada” y, acompañando a Tita Merello, cuando canta “Yo soy así para el amor”.

Con la misma formación tuvo presentaciones en el Teatro Nacional. Y en 1934, en un reportaje comentó que estaba empeñado en formar un conjunto de música nativa con Parreño, Navas y el dúo Pérez-Estrella, ignoramos si tal iniciativa se llegó a concretar. Al año falleció Ponzio, el conjunto tanguero se dispersa y su trayectoria en la música se apaga como su propia vida, meses después de la de su amigo.

Con Roberto Firpo, grabaron para el sello Nacional Odeon algunos dúos de piano y clarinete. Nuestro amigo y coleccionista Héctor Lucci tiene uno de ellos: “Noches orientales”, vals de Gerardo Metallo, de 1917 (disco Nacional Odeon 897-A, datos suministrados por Enrique Binda). Excelente grabación donde Firpo ocupa netamente el plano de acompañante, dejando para Bazán prácticamente la función de solista, lo que nos permite apreciarlo con todo detalle.

martes, 25 de junio de 2013

BRILLANTE CIERRE DE LAS IV JORNADAS GARDELIANAS EN BAHIA BLANCA

MARIA J MENTANA
El cierre de gala en Bahía Blanca se realizó en el Teatro Municipal de la ciudad. A sala llena se presentó un increíble elenco que colmó las expectativas de los presentes. María José Mentana, figura central de la noche, demostró su envidiable trayectoria y enorme crecimiento desde aquellos días en que con apenas 9 años se iniciaba en la música en el reconocido programa relevisivo "Grandes Valores del Tango". Junto al excleente guitarrista Ramón Maschio realizó interpretaciones clásicas, incluyendo obras de los grandes poetas y compositores como Le Pera, Gardel, Celedonio Flores, Cobián, Cadícamo, Demare y Manzi y sorprendió con canciones fuera de género como la zampa de Atahualpa Yupanqui "La Añera", "La vie en rose" canción insignia de la cantante francesa Édith Piaf cuya letra le pertenece; y un baile de milonga junto al bahiense Gustavo Rodríguez que, con permiso de su compañera Natalia Gastaminza, compartió unos compases con la entradora cantante.
V.COTADO Y E.ROTELA
No menor fue el impacto causado por la marplatense Valeria Cotado, que junto al guitarrista y compositor chivilcoyano Eduardo Rotela debieron hacer dos bises ante el pedido fervoroso del público presente. Es que la "negra" Cotado y el "negro" Rotela -como ellos mismos se autorreferencian- tienen el arrabal inyectado en las venas. Del esbelto y delicado cuerpito de Valeria emana una voz potente, cuasi gastada y personal que dice el tango como pocas cantantes. Con un efecto llegador, cargado de emociones y caracter. Algo similar puede decirse del impecable ejecutor de la guitarra. Rotela es un músico presente en escena que le pone a las cuerdas toda su energía y sentir, especialmente en los temas canyengues y aquellos que le pertencen -maravillosos en letra y música por cierto- que escuchados en la voz de Valeria no tienen par.
La tercer vocalista mujer fue Gaby, ya reconocida por la platea bahiense que la recibió calurosamente, como
GABY
de costumbre. La morocha interpretó algunos de sus temas característicos como "Cuando estemos viejos" y "Mi ciudad" y otros preparados especialmente para la ocasión como el clásico italiano "Caruso" o "Viejo Smoking" popularizado por la garganta de Carlos Gardel. Como preámbulo se proyectó un fragmento del corto cinematográfico homónimo protagonizado por el propio zorzal y el acompañamiento del tango fue ejecutado por Jorge Vignales y Eduardo Rotela.
La pareja de baile de Natalia y Gustavo fue la encargada de abrir el espectáculo junto a Gaby y ambos realizaron bellas coreografías de tango salón que despertaron fuertes aplausos y la admiración de la platea.
Por su parte, Susana Persia, pianista ampliamente reconocida en la ciudad, ejecutó en solo de piano "Caminito soleado", de Carlos Gardel.
G. PEZZUTTI
La frutilla del postre fue el pequeñó Gianlucca Pezzutti, de 12 años, que regaló a los presentes "Volver", "Por una cabeza" y "Estrella". El bambino de oro del tango sorprendió por su soltura y deshinibición y arrancó ovaciones del tearo todo.
El cierre fue convocado por María José invitando a todos los artistas a una interpretación conjunta de "El día que me quieras" de Le Pera y Gardel. Finalmente, antes de cerrarse el telón, José y Galo Valle hicieron entrega de una distinción al programa televisivo "Música en la Bahía" otorgado por el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina, en su sexto aniversario difundiendo a los talentos musicales de la ciudad.BRILLANTE

sábado, 22 de junio de 2013

Alberto Marino: la voz de oro del tango

Se dice que aquella noche del 5 de abril de 1942 en el cabaret Tibidabo - el de la calle Corrientes entre Talcahuano y Libertad- había entre el público una singular expectativa. Esa noche Aníbal Troilo anunciaba la presentación de un nuevo cantor, un cantor que acompañaría a Francisco Fiorentino la estrella más calificada del canto en aquellos años.
Troilo había llegado a la conclusión de que necesitaba dos cantores para atender los reclamos de un público que exigía buena música y vocalistas calificados, vocalistas capaces de interpretar las letras escritas por los poetas de entonces. Su olfato nunca le permitió equivocarse: todos los cantores que Troilo seleccionó a lo largo de su extensa carrera fueron ejemplares.

El Tibidabo ya era para entonces uno de los grandes templos nocturnos del tango y el lugar de cita obligada de un público leal a Troilo y Fiorentino. Fue esa noche entonces, luego de la intervención de Fiorentino, que se presentó en el escenario Alberto Marino, un muchacho de veintidós años. En esa ocasión cantó “Copas, amigos y besos” y al concluir un aplauso cerrado coronó su actuación, una nueva voz se instalaba en el firmamento estelar del tango, en una década como la del cuarenta que se distinguió por la calidad de sus cantores. Los testigos de ese bautismo fueron los músicos de la orquesta de Troilo: Pedro Sapochnik, Kicho Díaz, José Basso, Miguel Rodríguez, Eduardo Marino y Alberto García.

Nombres como los de Roberto Rufino, Alberto Morán, Francisco Fiorentino, fueron emblemáticos, pero para ser justos a ese trío habría que sumarle los nombres de verdaderas luminarias del tango como fueron, por ejemplo, Alberto Castillo, Angel Vargas, Hugo del Carril...y la lista podría seguir amplíandose porque en aquellos tiempos el tango era dueño y señor de los salones y del gusto popular.

La incorporación de Marino a la orquesta de Troilo fue muy comentada en su momento, porque en principio Marino había sido tentado para sumarse a la orquesta de Rodolfo Biagi, el pianista que para fines de la década del treinta se había separado de Juan D’Arienzo para iniciar su propio periplo acompañado de cantantes como Jorge Ortiz, Andrés Falgás y Antonio Rodríguez Lesende .

Marino decidió, como se dice en estos casos, sobre la marcha y, a decir verdad, no se equivocó. Se dice que la oferta económica de Troilo fue mucho más generosa que la de Biagi, pero más allá de esos detalles contables lo seguro es que la oferta musical de Troilo era superior a la del ex pianista de Juan D’Arienzo.

Troilo para entonces ya era, junto con Carlos Di Sarli y Osvaldo Pugliese, uno de los directores más reconocidos de su tiempo. Para 1942 ya llevaba cinco años como director de su propia orquesta, luego de su inicio en el Marabú, en 1937. Lo cierto es que Marino se sumó a Troilo y su prueba de fuego la tuvo esa noche en el célebre Tibidabo. Luego llegarán otros locales y otros públicos. Tres años después, para 1945, ese excelente músico que fue Orlando Goñi, bautizó a Marino como “la voz de oro del tango”, una calificación acertada atendiendo la excelencia vocal de quien para esa época ya era el cantante estelar de la orquesta de Troilo, porque en 1944 Fiorentino se había retirado de la orquesta y su lugar había sido ocupado, nada más y nada menos, que por Floreal Ruiz, quien para entonces cantaba en la orquesta de Alfredo De Angelis. La leyenda relata que fue Marino el que le sugirió a Troilo la incorporación de Ruiz. A De Angelis le molestó que le hayan quitado a uno de sus cantores preferidos, pero pronto halló generoso consuelo, porque en su lugar ingresó Carlos Dante, quien al lado de Julio Martel habrán de constituir una de las parejas más célebres del canto tanguero.

Alberto Marino se consagra con Troilo, pero ya para esa fecha era un cantor que había recorrido un interesante camino al lado de músicos de relieve como Emilio Balcarce, Fortunato Martino, Luis Maresca y Emilio Orlando, director que le permitió debutar junto con ese otro excepcional cantor que fue Roberto Rufino, debut que se produjo en el Alvear Palace Hotel de la Recoleta .

Con Troilo, Marino estará cuatro años decisivos para su carrera por todo lo que significa como aprendizaje y fama al lado de un director emblemático de la década. De aquella época quedan marcados para siempre con su estilo tangos como “Tres amigos”, “Fuimos”, “Tal vez será su voz”.

En realidad, Marino se inicia profesionalmente con Emilio Balcarce en 1939. El debut con el autor de “La bordona” es en radio La Nación (después Radio Mitre”. Entonces es presentado como Alberto Demari. Tiene diecinueve años y registra como antecedente profesional haber sido alumno de canto del maestro Eduardo Bonessi, el mismo que tuvo Carlos Gardel y con quien educaron su voz cantores como Héctor Mauré, Oscar Larroca, Nelly Vázquez y Francisco Fiorentino, entre otros.

Diez años después, es decir, en 1949, Marino vuelve a cantar con Balcarce y el debut se produce en el café Marzotto. La afluencia del público es tan amplia que desborda las instalaciones del local, motivo por el cual la policía se ve obligada a cortar el tránsito en la calle Corrientes a la altura de Libertad y Cerrito. Para entonces empieza a grabar en el sello Odeón e incorpora a otros de sus grandes hallazgos musicales, como son los tangos “Organito de la tarde”, “Venganza” y “La casita de mis viejos”.

Al iniciarse la década del cincuenta, Marino ya es definitivamente una de las grandes luminarias del tango, el mejor de todos, según la calificación apasionada de sus seguidores. Su excepcional registro de tenor y su formación musical clásica le permite pasar del agudo al bajo sin esforzarse. Afinado, sobrio, con una dicción perfecta, algunos críticos le cuestionan cierta frialdad para expresarse, pero más allá de los gustos fue, como dijera uno de sus biógrafos, un verdadero lujo para el tango.

Desde esa época hasta casi el fin de los años ochenta, Marino se paseó por los grandes escenarios nacionales e internacionales del tango. También contó con el acompañamiento de músicos notables: Roberto Grela, Hugo Baralis, Osvaldo Manzi, Alfredo de Franco. En la década del sesenta estuvo con José Canet y en la del setenta sus músicos fueron Miguel Caló y Armando Pontier.

Alberto Marino, el “Tano” Marino, murió en junio de 1989. Tenía entonces 69 años y su registro ya no era el de tenor, pero seguía cantando muy bien, como los dioses, al decir de uno de sus críticos. Vicente Alberto Marinaro, así se llamaba, nació en Italia el 26 de abril de 1920. Su padres, Angel Marinaro y Angela Musso habían sido cantante líricos y llegaron desde Verona a la Argentina en 1925. Sus amigos siempre ponderaron su hombría de bien y su responsabilidad profesional. Se casó con Irma Argentina Galván con la que tuvo dos hijos. Hoy sus discos son un testimonio documental de su calidad interpretativa. Basta con escuchar “Rosicler”, “La luz de un fósforo”, “Café de los Angelitos’’ o “María”, para admitir que Gobbi no se equivocó al calificarlo como “la voz de oro del tango”.

miércoles, 19 de junio de 2013

HOY COMIENZAN LAS CUARTAS JORNADAS GARDELIANAS EN BAHIA BLANCA

Comienza la cuarta edición de Jornadas Gardelianas en Bahía Blanca, única ciudad en el mundo que rinde homenaje al cantor, actor y compositor más grande de nuestro país durante cinco días consecutivos.
Hoy, a las 10.30, se hará la apertura oficial del encuentro, con el descubrimiento de una plaqueta-homenaje al histórico Café Miravalles (avenida Cerri 777), visitado por Carlos Gardel en su llegada en tren a Bahía Blanca, en 1933. Se escuchará En un feca en la voz de la cantante Gaby, junto al reconocido guitarrista Jorge Vignales.
Seguidamente hablarán el director del Instituto Cultural, Sergio Raimondi, y Eduardo Giorlandini, quien referirá a la historia del lugar.
A las 18, en el Auditorio de la Cooperativa Obrera (Zelarrayán 560), habrá una charla-debate moderada por Mariel Estrada. Expondrán Eduardo Giorlandini (nacionalidad de Gardel), Francisco Cabeza (Gardel y las comidas) y Carlos Benítez (Gardel y las mujeres).
A continuación se ofrecerá un espectáculo musical a cargo de Lucio Passarelli Cuarteto y Susana Matilla, con entrada libre y gratuita.

jueves, 13 de junio de 2013

Rosita Moreno Por Caudio España

Hija de un español, Francisco “Paco” Moreno (en realidad, Juan Viñolas) que a fines del siglo XIX emigró a Méjico en busca de mejor suerte. Así fue que su padre pudo ponerse al frente de un hotel en la ciudad de Pachuca. Pero llegó la revolución e hizo de sus finanzas un caos. Aprovechando su origen hispano y ciertas dotes para el canto y el baile, además del auge que la danza española tenía en Estados Unidos, se transformó en Paco Moreno y viajó primero a Broadway y luego a Hollywood.


No le fue mal. Desde 1930 y hasta su muerte en 1941, apareció en unas treinta películas, incluida “Sangre y arena”, en la versión con Tyrone Power y Rita Hayworth. Luego, este zaragozano formó dúo con su mujer Pilarica (en realidad, Ascención Moreno) e incluso pasaron por Buenos Aires cuando Rosita, que bailaba con ellos, era aún una niña.

Unos años más tarde, algo más que adolescente, fue descubierta por un productor de la Paramount mientras bailaba en un escenario de París. Cerca, en Joinville, la empresa había arrendado un estudio de cine para producir películas habladas en español. Ya había llegado el cine sonoro pero se desconocían los subtítulos y el doblaje, de modo que el cine norteamericano perdía mercados aceleradamente, y allí fue a parar Rosita.

En 1930, protagonizó con uno de los galanes de entonces, Adolphe Menjou (con quien había dado antes una prueba satisfactoria en Nueva York), el film “Amor audaz”, un asunto sobre ladrones internacionales de joyas. El director fue Louis Gasnier. Desde ese momento fue la estrella de sus películas, muchos títulos en los que cabe destacar: “No dejes la puerta abierta”, donde comparte la actuación con Mona Maris, otra de las chicas de Carlos Gardel y, además, otras dos películas con el exitoso cantor mejicano José Mojica, que ganó fama cuando se entregó al sacerdocio.


En el ámbito rioplatense, Rosita fue reconocida exclusivamente por su presencia junto a Gardel en “Tango Bar” y en “El día que me quieras”, que fue estrenada en Buenos Aires al año siguiente del accidente en Medellín. Allí, se destaca aquella escena donde siendo la esposa de Carlos, fallece y en su lecho de muerta, Gardel se sienta a su lado y canta amargamente “Sus ojos se cerraron”. Luego reaparece en el rol de la hija y sobre el final del metraje, cantan algunos versos a dúo, justamente de la canción “El día que me quieras”. Rosita continuó filmando por largos años.

Además de su presencia de niña trabajando con sus padres, estuvo en nuestra ciudad varias veces más. En 1936, en 1938, en 1940 y 1941. Presentaciones en el Teatro Maipo y la filmación de dos películas: “El canillita y la dama”, estrenada el 8 de junio de 1938 en el cine Monumental, junto a Luis Sandrini y dirigida por Luis César Amadori y, “La hora de las sorpresas”, estrenada el 21 de octubre de 1941 en el cine Broadway, junto a Esteban Serrador, Pedro Quartucci y otros, dirigida por Daniel Tinayre.

En sus presentaciones teatrales, aparte de los números de su rutina habitual de canto y danza, agregaba para la ocasión temas de nuestro folklore y una cueca que encantó al público que le obsequió su entusiasmo. Su carrera fue manejada por su marido, un hombre de negocios, llamado Melville Shauer, que la tuvo trabajando y viajando a toda hora, lo que pone de manifiesto que su carrera excedió las dos películas con Gardel por la que tanto se la recuerda.

Nota de dirección: En un reportaje de diario Clarín -pocos años antes de la muerte de Rosita-, realizado en la que fuera su última residencia en Los Angeles, California, Estados Unidos, ella comenta que intervino en unas 80 películas y que abandonó la actividad artística en 1954. Con respecto a Gardel dijo:


«Carlos era una persona muy fina y delicada, un hombre simpático y muy simple. Personalmente lo conocí en una oficina de la Paramount, vino a saludarme y a partir de ese momento me sentí muy cómoda. Verlo cantar era una maravilla y me llamó la atención en aquellos momentos que varias canciones las interpretara sentado, lo cual era difícil para algunos intérpretes. En “Tango bar” bailamos el fragmento de un tango. No tuve problemas, pero en “El día que me quieras” cuando me dijeron que una parte debía cantarla con él, me temblaron las piernas. Me ayudó mucho y tenía gran facilidad para hacer la segunda voz. Una anécdota que despertó muchas risas, cuando nos casamos y luego vamos a ingresar al nuevo hogar, nos fuimos al suelo. Hubo muchas bromas. Era muy cuidadoso antes de las tomas o de las fotografías, se preocupaba mucho de su perfil izquierdo, donde tenía una entrada en el pelo, que trataba de disimular con la partición del peinado. Acordarse de Carlos y de los momentos pasados junto a él es emocionarse».

Con respecto a su carrera agregó haber trabajado junto a Ray Milland y Cary Grant y que en algunas oportunidades bailó acompañada por la orquesta de Xavier Cugat.

Si bien la semblanza de Claudio España menciona otros ingresos posteriores a la Argentina, no dice que Rosita regresó por primera vez a Buenos Aires, en mayo de 1933 y actuó en la revista “La estrella de Los Angeles”, de Antonio Botta y Luis César Amadori, en el Teatro Maipo, con Pepe Arias. Luego, antes de volver a Estados Unidos, viajó a Chile.

En ciertas notas periodísticas y sitios de Internet aparece equivocado su lugar de nacimiento, se informa Madrid (España), en lugar de Pachuca (México) -que es el correcto conforme la semblanza transcripta, como así también, la confirmación del amigo Pepe Crow que conoció muy bien a la estrella-; esta confusión la provocó su padre que cuando nació la anotó como española, cosa que era posible porque en España -como en casi toda Europa-, la nacionalidad se rige por el “ius sanguinis” (derecho por la sangre y no por el “ius loci”, el lugar de nacimiento). Finalmente, ya radicada en Estados Unidos, en la ciudad de Los Angeles, California, se nacionalizó norteamericana.

Publicado en el diario La Nación, el 11 de noviembre de 1993 y reproducido en la revista Tango y lunfardo, Nro.92.

domingo, 9 de junio de 2013

Edmundo Rivero El Cantor Nacional

"Un día cayó en mis manos La Iliada, de Homero; me la leí de un tirón, como una novela de aventuras, y me gustó tanto que decidí trasladar algunos de sus pasajes a las sextinas criollas. Cuando le puse una música de milonga pampeana y se la canté a la barra de la esquina sentado en el cordón de la vereda, mi Homero se parecía terriblemente a José Hernández..."
Apoltronado en un mullido "bergére" de su casa de la calle Bulnes, Edmundo Rivero rememora su infancia en el barrio de Saavedra, mientras se repone de las efusividades recibidas durante su recital de la semana pasada en la sala del Teatro Payró, que convocó a multitudes fervorosas.
El 8 de junio de 1915, en Avellaneda, don Máximo Aníbal Rivero, un jefe ferroviario, escuchó por primera vez la voz ronca de su tercer vástago, Edmundo Leonel, pero no presintió que con el correr de los años habría de transformarse en el último gran intérprete del tango, una especie de puente entre las jóvenes generaciones y aquellas otras que conocieron el suburbio bravo y, tal vez, el mitológico Barrio de las Ranas.
Don Máximo y su mujer, Juana Duró, se marcharon a Moquehuá pocos meses después del nacimiento de Edmundo y regresaron a Buenos Aires cuando éste acababa de cumplir seis años. Por ese entonces la familia contaba con otros dos hijos: Aníbal y Eva.
"Como Belgrano —memora Rivero—, Saavedra en ese entonces era un lugar de veraneo." Por allí vivía también su tío Justo Duarte, un contador general de la Casa de Gobierno, aficionado a la música y al canto, cuyas tertulias reunían a poetas y cantantes. Otro tío materno, Ángel Duró, en cuanto Edmundo supo leer lo puso en contacto con la literatura: Almafuerte, Lugones, Espronceda, Núñez de Arce y, más tarde, Edgar Allan Poe.

Mester de germanía
"Cuando alargué mis pantalones —dice el cantor, mientras se acaricia su carota de mascarón de proa con una mano terrible—, ya era un consumado guitarrista y comenzaba a hacer mis incursiones por las incipientes radios de entonces," Las radios se llamaban Buenos Aires, Cultura, Brusa y Belgrano, los espacios a duras penas se vendían y los locutores cedían con generosidad los micrófonos a los jóvenes aficionados diciéndoles: "Muchachos, hagan lo que quieran". En retribución, los adolescentes recibían paquetes de cuerdas para sus guitarras u órdenes para retirar mercaderías en los comercios de los contados avisadores. En los comienzos de la década del 30, Rivero había formado un dúo con su hermana Eva y otro con su hermano Aníbal. Con la primera transmitían música popular por los micrófonos de Radio Cultura; con el segundo, interpretaban en guitarra música culta, "sobre todo española", a la hora del té en el Alvear Palace Hotel. Por la mañana, concurría al Conservatorio Nacional donde el maestro Marcelo Urizar le revelaba los secretos de Sor y Tárrega y, de paso, tomaba lecciones de canto. Pero Rivero todavía no era un intérprete sino, bajo su nombre de Leonel, un simple acompañante de Nelly Omar y Francisco Amor.
"La guitarra no me sirvió solamente para ganarme la vida —comenta—, sino que también fue una llave dorada que me abrió las puertas más increíbles." Una de ellas daba a los bajos fondos, a los cafetines y bares dudosos, frecuentados por gente brava, respetada y temida. Allí. aprendió Rivero los secretos del lunfardo, un idioma secreto que se sirve de palabras, gestos y ademanes. Y aclara: no hay que confundir el "lunfardo" con el reo". El "reo" es el idioma del hombre de barrio, del orillero honrado, con el que nombra las cosas de su oficio, sus diversiones. El lunfardo es la jerga del lancero, del escruchante, del punguista; un idioma subyacente que se construye a base de metáforas, por traslaciones llenas de imaginación.
"Pocos saben —pontifica Edmundo, con cierto orgullo académico— que la palabra «gayola», con la que se designa la cárcel, proviene del humilde gallo, símbolo de la policía, que todo agente lleva en su chapa." Después, se extiende en consideraciones sobre la morfología lunfarda, la incorporación de términos de otras germanías extranjeras, y la dinámica de la llamada "lengua verde". "Los términos viajan de un país a otro porque los «lunfas» viajan", sentencia. Y expone el caso de "rastacué", una palabra utilizada por Gardel en una de sus milongas, que no es sino el "rastaquouére" de los franceses, el "rastacueros" (arrastra cueros) con que el español denomina al fanfarrón venido a más. La palabra viajó a Francia de ida y vuelta, cambió su ortografía pero no su semántica. Y Rivero propone el estudio de otra semántica lunfarda: la de las señas y los signos. "Hasta ahora mucho se ha hablado del sentido, y evolución de las palabras 'lunfas' pero muy poco se ha dicho del lenguaje silencioso que se habla con las manos, y los ojos", observa, con un dejo de reproche. Y cuenta una anécdota; un día visitaba una cárcel ("siempre voy a cantar a los presidios") y se entretuvo conversando con un veterano del hampa que se quejaba del trato dado a los detenidos en las "leoneras", las celdas colectivas donde llegan a hacinarse hasta más de cien personas, cuando su capacidad es para cincuenta. "En ese instante pasó otro preso —recuerda el cantor— y el viejo «lunfa» farfulló: 'Dequerusa, la prensa'. Yo me pasé el dedo índice por la mejilla derecha y él me contestó 'Isolina'' Y traduce el diálogo: "Atención, que pasa un informante, un soplón; ¿Seguro? Sí, seguro".
El lenguaje de los signos también se basa en un juego de metáforas sobreentendidas: pasar el dorso de la mano por la mejilla es calificar a un tercero de "cafishio", de "cara limpia", o "cara afeitada", un elemento de pulcritud y aliño que distingue a los explotadores de mujeres. "Ropa tendida", es decir un desconocido peligroso, se expresa al recorrer lentamente la solapa con el pulgar y el índice (un extraño se interpone entre los dos interlocutores como la ropa tendida).
"Quizá, alguna vez, cuando quede vacante un sillón en la Academia del Lunfardo, si me eligen, voy a escribir una amplia comunicación acerca del lunfardo de los signos", promete el cantor. Ahora, en el libro que prepara sobre la fisiología de la voz y las técnicas de su emisión aplicadas al canto, ha agregado una tercera parte donde explica muchos giros y términos lunfardos empleados en las 24 canciones que ha grabado en ese dialecto. Pero no quiere decir mucho: "Es peligroso —aclara— porque a la gente del hampa no le gusta que develen sus claves." Y cuenta que varias veces recibió llamados telefónicos advirtiéndole el peligro que significa "avivar a los giles".
Aquí, interrumpe su disertación y prefiere volver a los recuerdos de sus primeros tiempos. "A veces —y entrecierra los ojitos perdidos sobre la vasta nariz—- nos entreteníamos con un amigo de Belgrano, Benjamín Achával, en llamar por teléfono, a un número elegido al azar, y si respondía una voz de mujer le dábamos una serenata." Una tarde, después de la canción, una voz de hombre le propuso a Rivero cantar con su conjunto: era Julio De Caro. "En lugar de levantar una mina me levanté una orquesta", se ríe el cantor, con ecos de gargarismo. Después de narrar sus andanzas con Julio y José De Caro, explica cómo, durante cinco años, se convirtió en un aplicado oficinista del Servicio Administrativo del Arsenal de Guerra, hasta que la tentación de la vida bohemia comenzó de nuevo a rondarlo: Emilio Karstulovic, ex corredor de autos y propietario de la radio La Voz del Aire y de la revista "Sintonía", le propuso un programa.
El día de su debut recibió una llamada telefónica de una admiradora que le dejó su número: era Carmen Duval, la mujer de Horacio Salgan, y lo invitaba a su casa porque su marido quería escucharlo. "La música de Salgan, sus orquestaciones, en esa época eran revolucionarias —comenta Rivero—, y yo tenía una voz de bajo, cosa inaudita en un tiempo donde todos los cantores de tango exhibían registro de tenor." Las audacias de Salgan y la voz de su cantor impidieron que el conjunto se afincara definitivamente en un local, y tuvieron que ambular por confiterías y cafetines. Casi siempre el dueño del local protestaba luego de la primera noche: "Lo que hace ese director no es tango y para colmo tiene un cantor enfermo del pecho". "A Salgan lo tomaban con la condición de que yo no cantara —se pone nostálgico Rivero—, pero él me defendía." 
Por ese entonces las editoras de discos comenzaban a tener ventas masivas y el público terminó por doblegar el empecinamiento de los empresarios: todas las noches, cuando Edmundo cantaba en el Jardín de Flores, ya lo seguía una legión de fieles devotos. Precisamente, una noche de 1947, Aníbal Troilo le propuso ingresar a su orquesta. Allí permaneció hasta 1950.
1953, para Rivero, es el año de su despegue: giras por el interior, suculentos contratos en las radios y en la televisión. En 1959, viaja a Europa y actúa en Madrid durante siete meses. En 1965 forma parte de una embajada artística que recorre los Estados Unidos; hace dos años, visita todas las ciudades importantes de América latina; en enero descubre el Japón.
Cuando habla de las ciudades orientales, el entusiasmo lo multiplica en ademanes exagerados, casi amenazadores para quienes están al alcance de sus manoplas. "En el Japón —cuenta— hay una sociedad, la «Suivu Kai», cuya traducción es, aproximadamente, «La reunión de los miércoles». Sus filiales reúnen a veinte millones y se denominan «Los maniáticos del tango», «Corrientes y Esmeralda», «Los locos del compás», «Buenos Aires». Todas las semanas sus afiliados estudian castellano una hora, para poder comprender las letras de nuestras canciones, discuten sobre estilos porteños de interpretación y hacen fervorosas apologías de nuestros cantores, algo así como lo que, en escala menor, pasa en nuestro país con los fanáticos del jazz."
Para explicar tanto fervor por el tango, Rivero esboza una teoría: la cultura nipona está tan cargada de símbolos, que un arte sencillo y sentimental seduce a los japoneses. Después lanza un amargo reproche: "Si los gobiernos se dieran cuenta de que nuestra música es uno de los medios de penetración más fuertes en el extranjero, quizá nuestras relaciones exteriores se harían en el compás de 2 por 4". A fin de agradecer las abrumadoras atenciones recibidas en el País del Sol Naciente, Rivero acaba de componer un tango titulado "Arigató, Nipón, Arigató" (Gracias, Japón, Gracias), lleno de palabras japonesas.
Pero no sólo en el Extremo Oriente el tango provoca temblores populares; en Bogotá; la capital de Colombia, se inaugurará en breve la plaza Carlos Gardel, y Rivero está invitado. "No podré ir —comenta—, pero enviaré una cinta grabada." En cambio, aceptó la invitación del Embajador argentino en Washington, Alvaro Alsogaray: a partir del 13 de julio, Edmundo ofrecerá allí una serie de recitales.
Pero, a pesar de su popularidad, no cree tener una comunicación directa con su público. "El disco, la radio, la televisión, son formas intermedias. Las actuaciones en clubes nocturnos, en bailes, muchas veces no tienen la continuidad necesaria." Y predica la necesidad de que algunas salas teatrales conviertan en hábito la sana práctica del music-hall, a la manera del Palladium londinense.
Mientras esta práctica, iniciada por el Regina con María Elena Walsh, se vuelva una costumbre, Rivero se propone abrir un local en San Telmo: "Será una galería de arte, una librería y una sala pequeña para un auditorio reducido", anuncia. Pero se niega a servir bebidas y mucho menos comida, no por puritanismo, sino porque "cuando la gente bebe o come no tiene el recogimiento necesario para escuchar a los intérpretes. Es cierto, pero ¿quién se resistiría a oír con atención al último heredero de Bettinoti, de Ezeiza, de Villoldo, al postrer trovador de Buenos Aires? 
PRIMERA PLANA
4 de junio de 1968

jueves, 6 de junio de 2013

IV JORNADAS GARDELIANAS EN BAHIA BLANCA Del 19 al 24 de Junio

Producido por José Valle Se aproxima la cuarta edición de Jornadas Gardelianas en Bahía Blanca, única ciudad en el mundo que rinde homenaje al cantor, actor y compositor más grande de nuestro país durante cinco días consecutivos. Además de conferencias, milongas y espectáculos, dentro de las actividades el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina (CEDICUPO) distinguirá a importantes personalidades de la cultura local: Juan Carlos Mandará, Néstor Raúl Matoso, Hilda Vázquez, Atilio Zanotta y al programa televisivo “Música en la Bahía” que cumple seis años difundiendo los valores musicales de la ciudad.

MIÉRCOLES 19 DE JUNIO: 
10.30 HS: Café Miravalles (Av. Cerri 777, Bahía Blanca)
Apertura Oficial con inauguración de plaqueta-homenaje al histórico café visitado por Carlos Gardel en su llegada en tren a Bahía Blanca en 1933. Se trata de una obra realizada por el afamado fileteador Pedro Araya cuyo descubrimiento será acompañado por la interpretación del tango “En un feca” por Gaby “La voz sensual del tango” junto al reconocido guitarrista Jorge Vignales. Seguidamente harán uso de la palabra el Dir. del Instituto Cultural, Sergio Raimondi, y Eduardo Giorlandini que referirá a la historia del lugar.
Entrada libre y gratuita.
18.00 HS: Auditorio de la Cooperativa Obrera Ltda (Zelarrayán 560, Bahía Blanca)
Charla-debate moderada por Mariel Estrada. Expondrán Eduardo Giorlandini (nacionalidad de Gardel), Francisco Cabeza (Gardel y las comidas) y Carlos Benítez (Gardel y las mujeres). A continuación se ofrecerá un espectáculo musical a cargo de Lucio Passarelli Cuarteto y Susana Matilla.
Entrada libre y gratuita.

JUEVES 20 DE JUNIO:
21,30 HS: El Motivo Tanguería (Brandsen 550, Bahía Blanca)
Show musical con la cantante marplatense Luciana Panaino que presentará su nueva producción discográfica Sueños de Juventud, la intérprete bahiense Patricia Báez y “Bien Frappe, un Show de Tango” que presentará Demoliendo Mitos protagonizado por María González Rial, Jesús Infante, Francisco Vitali, Quique Lorenzi, Eduardo Canale, Ana Munuce y Ángel Dantagnán.

VIERNES 21 DE JUNIO:
21,30 HS: El Motivo Tanguería (Brandsen 550, Bahía Blanca)
Show musical de Cristina Marinissen y milonga bailable a cargo de Juan Carlos Polizzi Trío (Eduardo Polizzi, Osvaldo Lucero y Juan Carlos Polizzi).

SÁBADO 22 DE JUNIO:
21,30 HS: Café Histórico de Bahía Blanca (Av. Colón 602)
Show musical de Pablo Gibelli y Florencia Albanesi que presentará parte de su show “Canciones de Amor y Humor”.

DOMINGO 23 DE JUNIO:
20,30 HS: Teatro Municipal de Bahía Blanca.
Gala de cierre con la ex niña prodigio del tango María José, Valeria Cotado y Gaby “La Voz Sensual del Tango” junto a Susana Persia, los guitarristas Ramón Maschio y Eduardo Rotela, la pareja de baile de Natalia y Gustavo y la participación especial del bambino de oro del tango, Gianlucca Pezzutti.

LUNES 24 DE JUNIO:
11.00 hs: Intersección de las avenidas Cabanettes y Carlos Gardel, Pigué.

Descubrimiento de obra artística realizada por Pedro Araya en homenaje al zorzal criollo en el monumento que lo recuerda.

miércoles, 5 de junio de 2013

JUAN CARLOS COBOS DE PUNTA ALTA AL MUNDO

Nació en Punta Alta, muy cerca de la ciudad de Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires. Era un niño, cuando sus padres se trasladaron a La Plata. Estudió en el colegio industrial, egresando como técnico. Pero su inquietud era la música. Estudió guitarra y canto en un conservatorio de esa localidad.
A los 17 años, debutó con el Cuarteto Lucini de La Plata, pasando luego a la orquesta del pianista Ernesto Darío Saborido. Fue convocado más tarde, por la orquesta dirigida por el binomio Alberto Forti (pianista) y Jorge Parodi (violinista), compartiendo los cantables con Jorge Miranda. Para aquel entonces, Lorenzo había adoptado un nombre artístico: Alberto Ortiz. Con el tiempo, ambos cantores se convertirían en importantes figuras del tango pero con los nombres de Jorge Sobral y Juan Carlos Cobos, respectivamente.

A partir de 1951, la orquesta de Osvaldo Pugliese sufrió el alejamiento de su cantor Jorge Vidal, quedando a cargo de Alberto Morán la responsabilidad vocal. Al Iniciarse el año 1953, el director resolvió incorporar a otro cantor y organizó una selección. Lorenzo, motivado por sus amigos, se presentó a la misma. Luego de algunas pruebas, resultó elegido.

Seguramente, la causa de esa decisión se debió a la calidad interpretativa del postulante, a lo que se sumó, su registro de barítono —de muy buena coloratura—, su expresivo fraseo y la muy buena adaptación al ritmo de la orquesta.

Comenzó en marzo de ese año, ya con su nombre artístico: Juan Carlos Cobos. En sus presentaciones, tanto en la radio como en los bailes, recibió una importante acogida del publico admirador de Pugliese.

Debutó en el disco en mayo, a dúo con Alberto Morán, con “Caminito soleado”. En junio, registró “Olvidao” y, al mes siguiente, el tango que lo consagraría: “Milonguera”; finalizando el año con “Es preciso que te vayas”. En 1954 continuó grabando algunos temas más, siendo su último registro y a mi gusto el mejor, su versión de “Te aconsejo que me olvides”.

Pienso que Cobos participó de la mejor época de Pugliese. El que escribe la vivió plenamente. Las presencias de Morán con sus éxitos: “Pasional” y “La última copa”, que paralizaban a las parejas al bailar y un Cobos que con su estilo entregaba su personalidad y talento. También hay que agregar al irremplazable violinista Enrique Camerano, quien junto a Oscar Herrero, Julio Carrasco y Emilio Balcarce integraban la excelente batería de cuerdas. Sin olvidarnos de la viola de Francisco Sanmartino y, por supuesto, la línea de bandoneones con el querido Osvaldo Ruggiero, Jorge Caldara, Esteban Gilardi y Roberto Peppe, además de don Aniceto Rossi con su contrabajo y su inolvidable solo de “Canaro en París”.

Es difícil olvidar esta etapa tan brillante, por eso al recordar a Cobos, no puede pasar por alto esta evocación y un recuerdo para Mario Soto, presentador de la orquesta.

Después, tuvo una breve temporada con Miguel Caló y una larga gira por Europa, con la compañía de Celia Queiro-Jorge Lanza, a mediados de 1955. Dado el éxito de la misma, decidió radicarse en España, y allí formar su propia compañía, integrada por bailarines y músicos. Presentó su espectáculo con mucho éxito en Francia, Italia, Bulgaria, Portugal, Yugoslavia y en los países escandinavos. Actuó también, en países con idiomas e idiosincrasias muy distintas a las nuestras, como Turquía, Grecia, Líbano, Irak, Libia, Egipto, India y Senegal.

A fin de la década del sesenta, emprendió el regreso al país, realizando algunas giras, pero ya radicado definitivamente en la Argentina.

En Buenos Aires, podemos destacar sus actuaciones en “Caño 14”, en “Michelangelo”, en la televisión en los programas “Grandes valores del tango ”, “El Tango del Millón”, entre otros.

En 1978, graba su último disco, un larga duración para el sello B.G.M.-Magenta. Escribió una docena de tangos, entre ellos la letra de “Me vi sin fe (En el remate) ”, cuya música es de Carlos Olmedo.

Murió en la ciudad de La Plata a los 71 años.

martes, 4 de junio de 2013

ALFREDO LE PERA .::: El poeta de Gardel

Estamos transitando los días iniciales del mes gardeliano por excelencia, ese en que se conmemora la muerte de un auténtico ídolo del pueblo. Pero el gran intérprete tuvo a su lado figuras que lo ayudaron a consolidar una imagen imperecedera, tales como Alfredo Le Pera, a quien recordamos en esta nota, teniendo presentes dos circunstancias singulares: Le Pera vivió su momento de gloria junto a Carlitos, y junto a él quiso el Destino que muriera en el fatídico accidente de Medellín.
Juan de la Esquina
Nació en San Pablo (Brasil) y a la edad de dos meses se encontraba ya en Buenos Aires donde, más tarde, cursaría en el Colegio Nacional Mariano Moreno. Cumplida la enseñanza media, inició la carrera médica, pero la abandonó muy pronto para consagrarse al periodismo.
Compartió, la página teatral de "Última Hora" con Julio F. Escobar; pasó luego a El Telégrafo y más tarde a El Mundo. En tanto, se iba acercando al teatro como autor de textos y diálogos revisteriles.
A fines de 1928 Le Pera fue enviado por El Mundo a los Estados Unidos y Europa. De regreso, se vinculó a la empresa cinematográfica Artistas Unidos como autor de los llamados títulos sobreimpresos. De esa época data su primer tango, "Carillón de La Merced", que estrenó Tania en el Teatro Victoria, de Santiago de Chile, y reestrenó en el "Cómico", de Buenos Aires. En París, donde se radicó más tarde, Le Pera se reencontró con Carlos Gardel, que había cantado por primera vez en aquella ciudad el 30 de septiembre de 1928. El reencuentro, promovido por la empresa cinematográfica Paramount, se produjo en 1932, durante la tercera estancia de Gardel en la capital francesa, y Le Pera se convirtió en el autor de todas las películas que, a partir de entonces, rodaría el cantor, desde "La casa es seria" (Paramount, 1932), hasta el respectivo episodio de "The big broadcasting of 1936" (Paramount, 1935). Escribió, a partir de  entonces, gran número de letras cantables, la mayoría de ellas para música de tango: son las que canta Gardel en sus películas. Le Pera trató de emplear, en sus letras, un lenguaje que resultara inteligible a todo el mundo hispanohablante, ampliando, de ese modo,  la geografía del tango. Es cierto que Gardel, con su mímica, rompía las barreras del idioma.
Como el de todo gran intérprete, su lenguaje era universal. Sin embargo, no por eso debe desestimarse la colaboración de Le Pera, quien, al impulsar al cantor más allá del cerrado localismo en que se desenvolvía la poética del tango, contribuyó a allanarle el camino de una extensa conquista.
Ciertamente si no hubieran contado sus letras con la música y la voz de Gardel carecerían hoy de la popularidad y el prestigio que ostentan, pero no se trata de lo que pudo haber sido, sino de lo que es. Hoy no se repara en lo reiterativo de sus figuras, y aun de su léxico, para prestar atención a la nobleza de los sentimientos que canta, a la adorable nostalgia que impregna muchas de sus estrofas, al decoro del lenguaje y a la singularísima aptitud que permitió al autor de "Volver" reducir a una letra muy expresiva -y sobre todo inteligible a todo el mundo hispano parlante- el habla de Buenos Aires.
Le Pera murió en Medellín (Colombia) el 24 de junio de 1935, en el mismo accidente que arrebatara la vida a su compañero Carlos Gardel.

lunes, 3 de junio de 2013

La amistad de Discepolín con Osvaldo Miranda

Entre las anécdotas que Osvaldo Miranda relataba con frecuencia se encuentra una que siempre contaba con emoción, recordando a su entrañable amigo Enrique Santos Discépolo y a esas reuniones de antaño, llenas de poesía, entre cantores de tango. Así la contó una vez a una revista porteña en 1997 (*): “Nos estábamos por ir y Enrique me dice ‘¡quedate a cenar...!’ Enrique no comía. ¡Nunca vi una cosa igual! Por eso, habitualmente no me quería quedar a cenar en su casa porque como mucho, siempre fui muy voraz... Además como muy rápido y Enrique comía despacito. No quería quedarme porque hacían cinco niños envueltos para toda la familia y yo solo me comía ocho... Insistió con una sanata que no le entendí: ‘Quedate porque hay una cosa que...’ –y bajando la voz– ‘mrindibum retii mnotoco... paramtán...’. ¡Cualquier cosa! Y mire qué regalo nos hizo a mi mujer y a mí. Sonó el timbre y cuando Enrique abre la puerta –porque ya era un poco tarde y la muchacha se había ido a dormir– aparecen Aníbal Troilo, su mujer, Zita, y Homero Manzi. Después de saludarnos, nos sentamos en el living junto al piano vertical: Enrique, Tania, mi mujer, yo, Homero a mi izquierda y frente a mí Troilo y Zita. Hablábamos de cualquier cosa y de repente Homero le dice a Troilo: ‘Bueno, ¿empezamos?’ A todo esto, yo en ayunas y Enrique también. Sabía que venían a hablar con él porque tenían una sorpresa, pero eso era todo. Entonces el Gordo Troilo largó un tarareo: parapapá papaipa, parapapaipa... y Manzi, que había sacado un papel, comenzó a leer. ¡Le leyó por primera vez el tango ‘Discepolín’ y yo estaba de testigo! Mientras Manzi leía yo no hacía más que mirar a Enrique, que se ponía cada vez más pálido. Y cuando llegó a esa parte con tu talento enorme y tu nariz..., ahí Enrique tenía dos lagrimitas... Cuando terminó hubo un gran silencio. Y yo, con la emoción de haber asistido a ese gran regalo”.

* Extraído de una entrevista a Osvaldo Miranda en la revista Arte y cultura del 11 de septiembre de 1997.

domingo, 2 de junio de 2013

Renovado homenaje al Chopin del tango en Su Ciudad Natal

El 31 de mayo a las 11hs comenzaron los eventos conmemorativos a Juan Carlos Cobián en el 117 aniversario de su nacimiento en Pigüé, su ciudad natal. Los actos comenzaron en la calle que lleva su nombre, dentro del hermoso Parque Fortunato Chiappara, donde se emplaza un piano blanco de material en su memoria y donde desde esa mañana puede observarse una muy bien lograda referencia histórica con una breve descripción de vida y obra del pianista.
La misma fue descubierta por la Profesora Andrea Camandona, Presidenta del HCD en representación del Intendente Hugo Corvatta , y Gaby “La voz sensual del Tango” quien dirigió unas palabras a los presentes a pedido de Mabel Cerutti, conductora del acto y encargada de las actividades para adultos mayores en el distrito. “Como artista de tango y representante de una joven generación, agradezco enormemente estos emprendimientos que realzan en inmortalizan a personajes y obras de la cultura popular argentina. Dentro de 50 años, cuando se acerque a este parque un chico de 10 o 15 años y lea estas líneas, podrá imaginar la enorme dimensión alcanzada por un coterráneo, nativo de su propia localidad”, señaló la cantante.
Gaby
Acompañaron: Maribel Merquel, Secretaria de Cultura de la Municipalidad de Pigüé, José Valle, CEO de Dandy Producciones, vecinos de la localidad, autoridades y banda militar que cerró el evento interpretando el tango “La Cumparsita”.
Como corolario de esta jornada de memoria, se realizó una ofrenda floral en el busto en su honor ubicado a pocas cuadras del parque, sobre calle Alsina. Allí Emi Cobián y Gaby entonaron el estribillo de la obra “La Casita de mis Viejos” como despedida para todos los presentes y anticipando algo de lo que se viviría al día siguiente en el espectáculo “El Motivo” en el Teatro Español.
La gala mencionada fue una noche plagada de emoción y talento. Artistas locales junto a valores nacionales brindaron un espectáculo que superó los 130 minutos sin que el público notara el paso de las horas.
Emi Cobián, nativa de Pigüé pero radicada hace años en la Ciudad de Buenos Aires, con importantes giras internacionales en su haber, fue la encargada de abrir el show. Entre lágrimas de emoción la cantante dejó sentidos tangos que fueron gratamente recibidos por los presentes.
A la rubia pigüense le siguieron los jóvenes bailarines locales Florinda y Luciano que dejaron muy bien representada a la danza en la ciudad; Darío Rodríguez, también local, demostró sus cualidades vocales con tangos de Cacho Castaña, Ástor Piazzolla y Horacio Ferrer -en vísperas del cumpleaños del letrista- y llegó el turno de la estridente y entradora Florencia Albanesi que no dejó rostro sin sonrisa. La simpática cantante y locutora hizo un repaso de sus interpretaciones humorísticas con disfraces acordes y gracia sin par que desataron la alegría en el teatro todo.
Seguidamente, una representante del Instituto Coreográfico de Pigüé realizó un baile unipersonal que sorprendió gratamente y llegó el turno del gran Rubén Moreno que acompañado por Tito Bagna y Juan Carlos Diez, dejó tres páginas memorables: Estrella, Tiempos Viejos y el bolero Perfidia.
A continuación llegó el momento de recibir a la morocha del tango, Gaby, que evocó a las grandes figuras del teatro de revista, a las figuras que marcaron la época de oro del tango y la novela más popular de la historia de la televisión argentina, Rolando Rivas, con imágenes de video y las canciones: El viejo varieté, Buenos Aires del 40 y Taxi mío.
Dentro del espectáculo, se reconoció la trayectoria de “Chiquito” Sosa, con una plaqueta otorgada por la Municipalidad de Saavedra y el Centro de Estudios y Difusión de la Cultura Popular Argentina (CEDICUPO) de manos del Intendente Hugo Corvatta.
El último intérprete en aparecer fue el cantor de Saavedra Nicolás Rodríguez quien, según el productor José Valle, “tiene menos técnica que muchos pero algo que no se compra ni se aprende: carisma”, eso que llaman ángel y que es la relación mágica que se establece con el público.

Párrafo aparte merece el homenaje que Gaby rindió a Juan Carlos Cobián, que en este caso fue realizado con su obra más popular, Nostalgias, recibiendo uno  de los aplausos más efusivos de la noche.

Horacio Ferrer cumple 80 años y lo festeja en el teatro Maipo

El escritor y poeta uruguayo cumple 80 años, aniversario que festejará "con amigos" el martes 11 de junio a las 20.30 en el teatro, donde presentará su nuevo álbum "Flor de tangos y poemas", secundado por el pianista Juan Trepiana.
Recordó además que de muy chico ya se mostró interesado en el arte, por legado de su padre y de su madre, quienes desde siempre y con él muy pequeño, canturreaban tangos que lo fueron cubriendo de información.

"Mi padre -contó- fue profesor de historia y maestro, de modo que en casa no abundaba la plata y mi madre tenía conocimiento de idiomas y cantaba muy bien, así que mi formación inicial se la debo a ellos y luego con el paso de los años el aprender de los grandes maestros me terminó por integrar al arte".

"Hoy hablar de Aníbal Troilo `Pichuco`, Homero (Manzi), Salgán, De Caro como mis profesores en el tango y en la vida, son cosas de todos los días porque están presentes en cada una de mis composiciones", agregó.

En los festejos del martes 11 de junio en la sala de Esmeralda y Corrientes, desfilarán artistas que de una u otra forma participaron en grabaciones, escenarios y proyectos del letrista de  "Chiquilín de Bachín", "Balada para un loco" o "La bicicleta blanca", entre otros.

Figuras como Pablo Agri, César Angeleri, Amelita Baltar, Patricia Barone, Karina Beorlegui, María José Mentana, Esteban Morgado, Susana Rinaldi, Marcelo Tomasi, José Angel "Pepe" Trelles, Walter Ríos, César Salgán, Julia Zenko, Jairo, María Graña, Mariel Dupetit, Raúl Lavié, Raúl Garello y Leopoldo Federico, entre muchos más, aseguraron su presencia.

"Esa noche seguro que voy a necesitar de mi esposa (la pintora Lulú Michelli), de mis amigos y del público para no quebrarme por la emoción de sentir que tantos amigos que la vida me dio hoy no están, pero tambien son  muchos los que dirán presente en una velada de magia y festejo", señaló.

"Muchos se preguntarán  por qué más allá de mi admiración por Astor siempre lo nombre como mi maestro a Pichuco y simplemente es porque por especial pedido de él, escribí aquel primer tango `La última grela` con la música de Piazzolla y a partir de ahí nació este romance entre el músico y el poeta", comentó.

Hablando específicamente del tango, Ferrer expresó que "me siento simplemente el poeta, el biógrafo si querés, pero Gabriel (Soria) es el hacedor, el estudioso y no tengo dudas que debe ser el más grande compilador de nuestra música de Buenos Aires". Por ese motivo es que la Academia del Tango y el Museo son un ejemplo y me siento orgulloso de ser su creador y veo una muy buena continuación de obra en sus manos y de gran proyección en el mundo entero".

En su haber como escritor tiene los libros "El tango, su historia y evolución", "Discepolín, poeta del hombre de Corrientes y Esmeralda", "Historia sonora del tango", "Romancero canyengue", "Fray Milonga", "El libro del Tango. Arte Popular de Buenos Aires " y "Versos del duende", a los que se agregaron en los últimos tiempos sus obras: "El Gran Troilo", "Teatro completo" y su más reciente "Sonetos Mozart, inspiración de un lego".

En referencia a este último trabajo, Ferrer aclaró que "soy un amante de la obra de Mozart y para poder escribir estos sonetos me leí todas las biografias existentes para poder integrarme no sólo a su bella música, sino a su personalidad".

Ferrer es el que le puso poesía a inspiradas piezas del tango como "Chiquilín de Bachín", "Juanito Laguna, ayuda a su madre", "Loquita mía" (con música de Julio De Caro), "Esquinero", "Milonga del trovador", "Yo payador, me confieso" (música de Osvaldo Pugliese) y "Presagio", entre otros.

Con motivo de la celebración de los 80 años de Ferrer, la Academia Nacional del Tango el lunes realizará un Plenario Público, en el Salón de los Angelitos “Horacio Ferrer”, del Museo Mundial del Tango (Av. de Mayo 833) a las 19.30 con entrada gratuita.

En dicha ocasión, se escuchará "Poemas a los zapatos de Lucía" de y por Ferrer con Juan Trepiana en piano (del disco "Flor de Tangos y Poemas").